LIBRE DEL TEMOR

¿QUÉ ES EL TEMOR?

EL TEMOR DE DIOS

EL TEMOR DEL FUTURO

EL TEMOR DEL FRACASO

EL TEMOR DEL SUFRIMIENTO

EL TEMOR DE LA MUERTE

¿QUÉ ES EL TEMOR?

El temor, un enemigo clandestino, se introduce al hombre de cualquier edad, raza y oficio. Es sutil y destructor, envenenando el pensamiento, robando la paz interior y derrotando el entusiasmo de vivir. Nos hace nerviosos, inquietos, alarmados, desconsolados, trastornados y cobardes. ¡Qué sentimientos más desagradables e indeseables!

Tememos el conflicto y el cambio, el fracaso y el ser frustrado. Algunos temen la enfermedad y el sufrimiento. Otros temen el daño que pueda suceder a sus seres queridos. Algunos temen a otras personas y sus opiniones. Otros temen la oscuridad o de quedarse solos. Muchos temen la muerte y enfrentarse con lo desconocido. Hay cristianos que temen que su salvación no sea segura o que Dios no haya perdonado sus pecados. No sólo temen morir, sino que también temen vivir.

El temor entra a la mente tan lenta y sutilmente que apenas reconocemos ser víctimas de su influencia destructora. Aun un poco de temor, como una gota de tinte en un vaso de agua, pinta todo. Cuando uno no puede ser librado de sus pensamientos de temor, seguirán aumentando a tal grado que influyen todos los demás pensamientos.

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La vida es complicada, el mundo es violento, pero la aflicción exterior no tiene que dañar la paz interior. Es el temor interior que tenemos que enfrentar. El temor entra cuando nuestra necesidad más importante no ha sido suplida. Nuestras almas, hechas a la imagen de Dios, claman por Él. Cuando nos alejamos de Dios, quedamos más expuestos a fobias, complejos y temores.

Satanás se aventaja de nuestros temores. A cada oportunidad los intensifica y los hace parecer aún más real y lógicos. El camino se hace cada vez más oscuro y la carga del corazón cada vez más pesada, hasta que perdemos cualquier esperanza de ser librado.

Satanás trabaja en las tinieblas. Él no puede trabajar en la luz, porque, “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). Satanás conoce nuestras debilidades y en estas áreas presenta pensamientos y temores. Intenta destruir la verdad y confundirnos con la falsedad. Si guardamos estas cosas encubiertas en lo profundo del corazón y mente, Satanás seguirá su obra maligna de desánimo y temor. Puede ser derrotado y sus fuerzas anulados si le exponemos a la luz.

EL TEMOR DE DIOS

El pecado causa un temor incontenible que resulta del conocimiento que nuestra vida no agrada a Dios. Qué día más trágico cuando Adán y Eva cedieron a la sugerencia de Satanás, desobedeciendo el mandamiento de Dios que no comieran del árbol que estaba en medio del huerto. Por medio de la desobediencia pecaron y en seguida trataron de esconderse de la presencia de Dios. Esa noche Dios les llamó y Adán contestó: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo” (Génesis 3:10). Por las generaciones desde Adán, toda la humanidad se encuentra bajo esta sombra de pecado. Si este temor de los juicios de Dios motiva a una persona a arrepentirse de sus pecados, llega a ser una fuerza positiva en la vida. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Salmo 111:10). Este es un temor reverencial y asombroso que sentimos. Vemos en parte la grandeza de Dios; su justicia, su amor, su misericordia, su sabiduría y su existencia eterna. Todo lo sabe, es todopoderoso y es presente en todo lugar. Comprendemos que nuestra existencia está enteramente en sus manos y que somos su propia creación. Tememos desagradar a tal Dios. Sabemos que el justo juicio de Dios condena a las llamas del infierno a los que viven en el pecado; “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-27). Este conocimiento nos conduce a un temor del pecado.

Cuando por medio de un arrepentimiento alcanzamos el perdón, llegamos a conocer a Dios como nuestro amigo personal. En seguida, la obediencia y el servicio que le rendimos son motivados por un temor piadoso y por un amor y agradecimiento por su don inefable de salvación. “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). Nuestro temor de Dios no nos causa terror, sino que profundiza nuestro amor para con Él. El temor de Dios nos libra de otros temores. Siendo así, ¿por qué es que tantas personas permitan que las nubes de temor les asedien, trastornen la mente y echen su sombra sobre la senda de su vida? El camino de Dios es uno de paz y confianza.

Hay un cuento de un niño que tuvo temor de andar solo en la noche oscura, pero cuando su papá andaba a su lado y le tomó de la mano, se le desapareció todo temor. La oscuridad ya no le causaba temor, porque amaba a su padre y confiaba en él, sabiendo que le iba a cuidar. Aquí está la clave para ser libre del temor: debemos conocer bien a nuestro Padre celestial. Al familiarizarnos con Dios, nos encomendamos completamente a Él, poniendo nuestra mano seguramente en la de Él. Humildemente le comunicamos las dudas que nos molestan y las tristezas de la vida que nos puedan llevar a la desesperación.

Tenemos el ejemplo del Apóstol Pedro cuando Jesús le invitó a andar sobre las olas tempestuosas en el mar de Galilea. Pedro no tuvo temor mientras mantenía su vista puesta en Jesús, pero cuando empezó a fijarse en las olas espantosas, empezó a hundirse (Mateo 14:24-31). Cuando tratamos de vencer el temor y ponemos nuestra confianza en Dios, su Espíritu nos habla en voz apacible. Al poner la mirada en Él en lugar de nuestros temores, la tempestad se calma alrededor de nosotros. Entonces Él puede resolver nuestras preguntas perplejas, sustituir nuestras dudas con seguridad y tomar nuestra mano en su mano consoladora. Podemos, por su gracia, vencer los efectos debilitantes del temor.

EL TEMOR DEL FUTURO

El desconocimiento misterioso del futuro causa inquietud en algunas personas. Cada mañana se despiertan a un día impredecible. Se enfrentan con la incertidumbre de innumerables cosas que puedan suceder. Sus pensamientos empiezan a correr por las vías oscuras de un espanto imaginario. “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6). Por encomendar nuestro futuro en las manos de Dios, podemos entregarle la carga de lo desconocido. ¡Pruébalo y verás que así es!

Muchas personas temen el futuro porque carecen de dirección para su vida. No sabiendo a dónde van, sienten un temor de cosas desagradables que les puedan suceder. Dios sabe lo que hay por delante, y cuando permiten que Dios les dirija, la vida no será una jornada sin propósito, sino un camino que los lleva a donde quieren llegar.

Dios ha prometido serles fiel a los que confían en Él, aunque enfrentan un futuro desconocido. ¿Lo crees? No importa cuán severa sea la tempestad, qué oscura sea la noche o qué altura tenga la montaña, Él te llevará seguro.

EL TEMOR DEL FRACASO

Tenemos un deseo de tener éxito, pero tememos fallar personalmente, a nuestras familias y aun la vida misma. Tememos tomar una mala decisión y llevar a cabo un plan errado.

Dios mandó a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9). Cuando sometemos nuestras vidas a la dirección del Maestro, las fallas de la vida pasada no tienen que derrotarnos, sino que nos puedan servir de escalones hacia el éxito.

EL TEMOR DEL SUFRIMIENTO

Todos sentimos un temor cuando pensamos en el dolor corporal, el dolor que sentimos cuando somos criticados por otros o el dolor de sentirnos solos y en angustias. Dios no nos guardará de todo sufrimiento, pero nos dará la gracia para soportarlo. Él ha prometido paz y seguridad en medio de nuestras pruebas. “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos” (Salmo 46:1-2). Si amamos al Señor, Él usa el sufrimiento para nuestro bien. El sufrimiento nos provee una oportunidad de conocer la presencia de Dios y su poder para sostenernos. También causa una profundidad de carácter y un corazón comprensivo. El sufrimiento nos puede mejorar o arruinar. ¿Cuál de los dos será?

EL TEMOR DE LA MUERTE

El temor de la muerte es muy común entre la humanidad. La despedida es muy penosa.

Hay que enfrentar la pregunta de los siglos, “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). Jesús vino para librarnos del temor de la muerte (Hebreos 2:14-15). Por eso murió y se levantó de la muerte, y también prometió, “Porque yo vivo, vosotros también viviréis” (Juan 14:19). Con Él, la muerte no es una puerta que conduce al vacío, sino un portón brillante que abre a una vida nueva. “No se turbe vuestro corazón… En la casa de mi Padre muchas moradas hay… voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (Juan 14:1-2). Será un lugar preparado para un pueblo preparado.

¿Estás preparado? ¿Te has arrepentido de tus pecados? El arrepentimiento trae un remordimiento por los pecados cometidos y causa que se aparta de la vida anterior. ¿Cuándo fue la última vez que fuiste al Señor en oración, dándole tus cargas, preocupaciones y temores? Jesús dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¡Qué invitación! ¡Qué promesa!

Ven–confiado, orando, esperanzado, y encontrarás la paz.

Ven–y conocerás el gozo de una vida reposada. Dios te invita a confiar en Jesucristo y ser libre, libre del temor. ¡Ven!

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