EL SEÑOR VENDRÁ PRONTO

El Señor vendrá como ladrón en la noche: inesperado (2 Pedro 3:10). ¿Y por qué creemos que será pronto? Mira a tú derredor. ¿Qué es lo que ves?

La Biblia nos dice lo que va a suceder en los días postreros. Estos mismos acontecimientos se están cumpliendo. “Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:38-39). Dios destruyó el primer mundo con el diluvio porque el hombre se hizo egoísta y las imaginaciones de su corazón eran malas continuamente. La tierra se llenó con violencia. Fueron “amadores de los deleites más que de Dios” (2 Timoteo 3:4). Hoy día las personas aman a los placeres como nunca antes, y ponen todo su esfuerzo para obtenerlos.

Vamos a considerar las condiciones que existen en el mundo hoy. En muchas ciudades hay levantamientos destructivos y odiosos. El homicidio y derramamiento de sangre ocurre a diario. ¿Por qué? El hombre se ha olvidado de Dios.

¿Por qué están los jóvenes tan inquietos e incómodos? Mamá y Papá están trabajando fuera de la casa, dejando los hijos solos en el tiempo de su vida cuando más necesitan alguien para guiarlos. Andan en las calles y se meten en muchos problemas. La delincuencia juvenil se aumenta cada año. Crímenes, desde infracciones menores hasta ofensas graves, se están aumentando. ¿Qué piensas? ¿Se va a mejorar? ¿Cuánto tiempo más puede seguir esto así? Dios es sufrido, pero no contenderá para siempre con el hombre. Viene un día de juicio cuando el hombre tendrá que hacer cuentas con Dios.

¿Cómo es con los cristianos de hoy? ¿De veras ponen las primeras cosas en el primer lugar? ¿O será que las cosas materiales de este mundo le han enredado tanto que no pueden alzar la luz verdadera? La sal del mundo, ¿ha perdido su poder para salvar? La Biblia dice que si la luz que está en ti es oscura, que grande será esa oscuridad. Sí, creo que todos tenemos que admitir que la luz ha llegado a ser muy baja y pronto vendrá el día cuando todas las almas se pararán ante el gran Juez y contestarán por sus hechos.

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Jesús viene como la Biblia nos enseña plenamente: “Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9-11). Este evento, mis amigos, es uno que no perderemos. Cada ojo le verá. Él vendrá, y cuando viene, “serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos” (Mateo 25:32). Algunos irán con Él a la gloria; otros serán dejados. ¿Qué de ti? ¿Irás o serás dejado? ¡Tienes que escoger!

SOMOS PECADORES TODOS

Todos nacimos con la naturaleza pecaminosa: inclinados a pecar. Como ovejas nos hemos descarriado. Nadie hace lo bueno, ni siquiera uno. Nadie puede decir que es libre del pecado. Es la naturaleza del hombre mentir, estafar y robar. Desde la niñez hacíamos muchas cosas que sabíamos que eran malas. Cuando llegamos a ser adultos, todavía nos encontrábamos inclinados a hacer las mismas cosas. El pecado lleva recompensa; no evita ser castigado. “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción” (Gálatas 6:8). Por nosotros mismos no tenemos ninguna manera de expiar por nuestros pecados, y el pecado nunca entrará al cielo. ¿Entonces donde nos dejará esto? Afuera en el frio sin ninguna esperanza, a menos que nos arrepintamos.

Un día el Señor descenderá del cielo a llevar a la gloria a los que han nacido de nuevo y están preparados (1 Tesalonicenses 4:16-17). El cielo será tan bello y encantador. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9). Si no estamos preparados, nos dejará atrás. Entonces la Biblia dice que la tierra y los elementos ardiendo serán deshechos (2 Pedro 3:10). Nos dice que este fuego sigue para siempre, “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:44). Habrá dolor y tormento para los que quedan atrás: “Y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 14:11). En ninguna manera pueden nuestras mentes finitas entender el significado de esto. ¡Perdido! ¡Desechado! Ninguna esperanza para un futuro mejor.

Lo peor será que, por la rebelión, negligencia y amor a los placeres y pecado, perderemos la recompensa de salvación eterna. Ninguno tendrá la culpa sino nosotros mismos. Escogimos estar allí, siempre sabiendo que habríamos podido ser salvos, porque el amor de Dios hizo un camino para que pudiéramos escapar este destino.

EL AMOR DE DIOS

No hay mejor aclaración del amor de Dios que Juan 3:16-17: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Jesús invita a todos y dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros . . . porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).

A lo largo del tiempo del Antiguo Testamento derramaron la sangre de los toros, corderos, cabritos y tórtolas cuando ofrecieron sus sacrificios. Tenían que haberse dado cuenta de que la única manera de expiar por los pecados era por la sangre y muerte. Isaías capítulo 53 nos cuenta cómo Cristo iba a ser llevado como un cordero a la matanza sin abrir su boca. La manera de escapar de nuestro estado perdido es aceptar a Jesús como nuestro Salvador y andar en sus caminos. Derramó su sangre por nuestra expiación. Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). “Y al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).

La Palabra de Dios nos dirige a Jesús, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Nos cuenta de cómo Él vivió en la tierra, quitó las cargas de los cargados, sanó los enfermos y resucitó a los muertos. Finalmente murió en la cruz y resucitó otra vez. Ahora el plan de salvación es completo: es perfecto. Si descuidamos la salvación tan grande, ¿cómo escaparemos?

LA RESPONSABILIDAD DEL CRISTIANO 

Pronto nuestro tiempo en la Tierra terminará. La pregunta importante es, ¿habríamos cumplido con nuestra obra? Cuando tenemos la oportunidad de testificar por Cristo a cualquier alma perdida, y no lo hacemos, esa oportunidad ya pasó. Si esa pobre alma llega a la eternidad sin Cristo, ¿dónde nos dejará esto? ¿Cómo contestaremos por nuestra negligencia?

Por medio del profeta Ezequiel el Señor dijo: “Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano” (Ezequiel 3:18). Lea los cuatro versículos siguientes del mismo capítulo. Al darnos cuenta de nuestra gran responsabilidad, nos debe hacer temblar. Somos sus testigos. Nuestra actitud hacia las cosas naturales de la vida y nuestra sinceridad con las cosas espirituales, ayuda a la gente formar su opinión de cristiandad. Tenemos que ser llenados con el Espíritu Santo y el amor de Dios. Tenemos que tener un conocimiento del terrible destino de los perdidos para poder ser un testigo verdadero.

Demasiadas veces esperamos ser inspirados, cuando mejor debemos orar fervientemente por una inspiración. Oh cristiano, ¿qué podemos hacer para despertarnos al reto de hoy día? ¿Estaremos listos, o perderemos el regalo de la salvación? Si queremos hacer algo por el Señor, ¡tenemos que hacerlo ahora! “Y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (Hebreos 10:37).

¡Cristo acerca! Sí pronto vendrá;
Cualquier momento si Él llegará,
Si en la noche nos llega a llevar,
Voy a listarme con Él a morar.

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